La pérdida de un ser querido nos afecta a todos por igual, pero siempre pensamos en lo costoso que es para un niño comprender esta situación sin haber desarrollado todos sus parámetros psicológicos y cognitivos. Además, el contexto actual de pandemia, el encierro y la imposibilidad de despedir a quien queremos en el rito funerario, implica una distancia todavía más extensa con el concepto de muerte. 

Atravesar una pérdida en confinamiento puede dificultar el proceso, por no poder sobrellevarlo con la ayuda social de los demás miembros de la familia. Así que es probable que el duelo personal dure aún más en estas circunstancias. 

¿Qué hacer?

Hablar es el primer paso para poder entender la situación, evitar los famosos tabúes y enseñarles a reconocer los sentimientos que genera la muerte para poder gestionarlos. El rol del adulto, entonces, es clave en el acompañamiento del duelo. 

Algunos errores que cometemos los adultos:

  • Subestimar la comprensión del niño: creer que “no entienden” o “no se dan cuenta” de lo sucedido.
  • No hablar de la muerte para “protegerlos del dolor”: no es bueno eludir un tema tan trascendental. Para brindarles esa protección que necesitan, en cambio, es importante dar explicaciones claras, dialogar y ayudarlos a procesar sus sentimientos. 

El proceso de duelo va a depender de la edad del niño:

  • Desde la lactancia hasta los 3 años de edad, si bien no comprenden el concepto de muerte, perciben el abandono o la separación como una amenaza a su seguridad.
  • Entre los 4 y los 6 años tienen un concepto limitado de la muerte y creen que es algo provisorio que se puede revertir. 
  • Entre los 7 y los 12 años ya diferencian bien la fantasía de la realidad, y pueden llegar a sentir culpa. Tal vez comprenden la muerte, pero no siempre tienen las herramientas para afrontarla adecuadamente.
  • En el caso de los adolescentes, a la pérdida del ser querido hay que sumarle los cambios y conflictos personales propios de esta etapa.

Algunos consejos:

  • No “esconder” la noticia del fallecimiento. Contársela cuando sucede. Y si el fallecimiento se prevé, es importante preparar al niño con anticipación para permitirle iniciar el proceso de duelo.
  • Demostrar el afecto. Abrazarlos, escucharlos y asegurarles que nada va a cambiar en casa, que su seguridad no se verá amenazada.
  • No cohibir las emociones propias delante del niño. Expresando nuestros sentimientos les enseñamos la importancia de no esconder lo que sentimos y lo importante que es compartir las emociones para sanar.
  • Animarlos a hablar y que expresen todo lo que sienten.

Es reconfortante poder ayudarlos y ayudarnos entre adultos en los momentos dolorosos, para transitar la pérdida y recuperar la cotidianeidad recordando a nuestros seres queridos como se lo merecen: con las huellas bonitas que dejaron en nuestras vidas.